martes, 12 de enero de 2010

La humanidad enferma

A Orwell


La humanidad enferma


Esto que podría haber sido un relato de ficción se convirtió en una realidad.
Carece de importancia perderse en el absurdo de todos los comienzos que al fin y al cabo solo disipan la actualidad de este presente. Hoy la humanidad esta enferma. Toda la humanidad está enferma.

Lo que alguno denominaron una preocupante extensión de lo patológico y otros una igualmente preocupante patologización de lo viviente hoy es un hecho que ha modificado totalmente nuestra calificación del vivir. Vivimos en un estado de continua muerte potencial; vivir es ceder poco a poco la vida.
Parecería fútil toda resistencia al natural devenir de lo viviente; pero lo preocupante no es la certeza de la mortalidad sino la fragilidad ontológica que nos impone este crónico mal funcionamiento, este perpetuo riesgo de empeorar.
No tendría el lector una ajustada idea de lo que se nos impone como experiencia sino dijéramos del peligro y la suspicacia que nos invade cuando nos acercamos a saludar a alguien a menos de un metro de distancia, cuando en las ocasiones más especiales llevados por un nostálgico gesto de cercanía nos damos la mano sin guantes o damos un beso sin barbijo.

Afortunadamente la sospecha sobre los otros y nosotros mismos se ha extendido aún más que las enfermedades contagiosas y nos cuida de las actitudes irresponsables, porque, hemos de admitirlo, si hay un eslabón sobre el que la enfermedad se aferra como último bastión, como reservorio patógeno y medio de incubación, es nuestro propio deseo. Es sobre nuestro deseo irrefrenable que todas las medidas profilácticas terminan de ceder, es culpa de ese deseo desencajado que las más (aparentemente) nimias transgresiones metodológicas y profilácticas terminan por sabotear los espléndidos planes de la Organización Mundial de la Salud por preservar y potenciar nuestro bienestar. Es ese empecinado deseo de riesgo de contacto la principal amenaza sanitaria desde los últimos siglos hasta nuestra actualidad.
Por esta razón la Organización de la Opinión Publica Mundial expresó junto con su alivio y alegría, su felicitación y apoyo incondicional a los renovados esfuerzos científicos que dieron lugar al descubrimiento y definición de una nueva enfermedad contagiosa: la irresponsabilidad sanitaria.
He aquí el documento de los informes técnicos de la Organización Mundial de la Salud del año 2018:

La irresponsabilidad sanitaria consiste en un trastorno de la conducta caracterizado por una incapacidad total o parcial de evitar exponerse al deseo de conductas potencialmente peligrosas para la salud propia o de otros ciudadanos. Por el grado de su riesgo de extensión esta enfermedad debe considerarse una pandemia global, siendo la persona portadora el huésped y la sustancia significativa (material o simbólica, íntima o interpersonal) el vector de contagio”.

Estamos listos para la lucha final contra este flagelo. Sólo quedan minúsculos grupos de incívicos que se resisten al tratamiento: el continente africano en su mayoría, y los marginales de todos los países nunca ha podido desprenderse de su carga genética poco favorable al progreso; la corrupción de los gobernantes y la escasa solidaridad del resto de la humanidad han hecho el resto por el perpetuamiento de su desgracia. Se dan las manos sin guantes, se abrazan sin ropas especiales, se besan sin barbijo, (incluso en la boca, incluso antes de un chequeo de enfermedades efectivas), follan a menudo sin profilácticos, tienen hijos mediante partos “naturales” propios de los animales.
No debemos retrasarnos ni un instante más. La más pequeña duda e inconsistencia, el más ínfimo fallo de nuestro consenso puede resultar en un procedimiento poco efectivo y con alcance limitado.

Debemos actuar ya.
Todos sabemos quienes son los principales focos de contagio.



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