sábado, 26 de enero de 2008

La muerte, el infinito y el pensamiento alucinado

La muerte.

Suele decirse que el último momento de la vida se estira como un océano de tiempo.

Quizás es aquí donde podemos buscar cierta inmortalidad, en la idea de la infinitud de la experiencia.

Ese último momento, acorralado contra la angustiante inmediatez de su final, comienza a desplegar su potencia sensorial al infinito transportando el ser hacia una percepción colosal.

Desde la perspectiva de un observador (un amante a la espera del saludo final) hay un fin. El fin de ese cuerpo ya inerte, ya sin movimiento. Aquí no hay otro escape que en la percepción del observador, quizás estirando, ampliando la idea de la vida hasta otros lugares que el cuerpo mismo.

Pero para el (próximo) muerto la percepción se multiplica con una potencia tal que se despliega a mayor velocidad que la muerte misma, haciendo que ese último momento, esos últimos instantes, se amplíen indefinidamente en un tiempo que se estira subdividiéndose al infinito.

En ese movimiento, la vida, la percepción de estar vivo, es tan gigantescamente poderosa que se eterniza; llevando la existencia a un punto donde todo final se anula en la división de sí mismo.

Al infinito de su propio infinito.

II

Entonces

si miras con atención

Si zambulles tu mirada en el abismo de los ojos

de alguien que esta muriendo

si te dejas atraer por la negra incandescencia

de esas pupilas ardiendo de inmensidad

y abandonas con indiferencia todo lo que amas

todo lo que te hace tu mismo

veras que el tiempo se detiene

todo lo vivo se petrifica

todo movimiento se enlentece

a medida que tu memoria se abre sin márgenes ni forma

a medida que toda representación choca como una ola contra las piedras

explotando en una multiplicidad inagotable

indefinidamente extensa

infinitamente intensa

en la que cada partícula elemental

es un nuevo universo,

una nueva dimensión de la experiencia

donde eso que llamabas yo

estalla como un minúsculo fractal

disperso en lo existente.




domingo, 13 de enero de 2008

Miedo de mí o El próximo tirano

"El peor fascista es el que llevamos dentro" Michel Foucault



No estaré ideando formas para tomar el poder? No seré la nueva cara del déspota? No será ésta la próxima tiranía?

Como cuidarme de mi? Como confiar en las precauciones que tomo? En las objeciones que me interpongo?

Hacia donde llevan estas palabras que aún no escrito?

Esas ausencias: de que manera salen a luz, en esa especie de red de pura potencialidad? De qué se construye ese mundo de palabras aún no pensadas? Intangible pirámide de misterio. Puro poder magnético de tensión inefable, de desenlace imprevisible.

Hacia donde converge ese vórtice de infinito?

Hacia qué?

Los suelos de mi comprensión se deshacen donde estoy aquí, ahora, desde esta perspectiva lejana de este horizonte sin freno, llevado por la repulsión de un absurdo, de una maldad elevada.

El análisis infinito no se detiene, avanza mas allá de todo parámetro de movimiento, mas allá de cualquier constancia intuitiva, y se deshace constantemente en la posibilidad de contemplarse.

Vértigo tremendo de caer sobre lo aún no pensado, de visualizar esa tensión de nubes cargadas, ese aire de olor a lluvia.

Y si fuera al revés? Si esta conciencia que se interroga fuera el momento de acoplamiento entre nuestro cuerpo y esta red de discurso?

Si escribir estas palabras, si este estado de pregunta, fuera una mera contingencia? Si el sujeto no fuera el origen del discurso sino el resto entre el ser y la palabra? Reivindicando inútilmente posesiones de su misma ausencia?


No puede haber tiranía donde no halla quien la juzgue; donde no halla quien la sostenga en un juego especular de hipócritas rostros bondadosos, jalando el cuerpo muerto de su absoluta incertidumbre del brillo luminoso de un otro agradecido.

Sembrando el campo de su futura servidumbre. Su próximo verdugo.

Su próximo tirano.

miércoles, 9 de enero de 2008

domingo, 6 de enero de 2008

EDICIONES LET´S



Let´s nace, sigue naciendo.

Fue concebida, imaginada, en Copenhague a mediados del 2005 y asomó su rostro al mundo en Barcelona, en septiembre del 2006 con la publicación de Cuerpo de Marxela.

Esa primera publicación consistía en 200 ejemplares del libro impresos en CD s. Se distribuyeron gratuitamente.

Un libro sin derechos de autor, fuera del circuito de explotación comercial, abierto absolutamente en su uso, circulación y reproducción. Eso es Let´s

Quisimos poner a Cuerpo en movimiento, liberarlo de la producción de riqueza, de los derechos de autor, de las leyes de circulación de los textos y transmisión de las ideas.

No fue fácil, pero tampoco tan difícil. El sistema de producción y comercialización editorial adolece de gigantismo, de rigidez extrema, de avidez enceguecedora.

Los 200 ejemplares de Cuerpo se fueron, se multiplicaron y esperamos sigan haciéndolo para el placer de todos.

Ahora Let´s se lanza nuevamente a la publicación. En esta ocasión con el libro Erotic de Marxela.

Erotic será la primera publicación en libro de papel de Let´s; con la misma idea de libre circulación, de indiferencia hacia las leyes de autor y propiedad intelectual; con la misma perspectiva hacia el mercado de venta y circulación de textos.

Con la misma idiotez necesaria para lanzarse a hacer algo diferente.






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viernes, 4 de enero de 2008

Homenaje a Wilhelm Reich o Por qué publicar


A veces damos la cara y es terrible, la cara va y nunca vuelve como era, no sólo ha pasado el tiempo sino que otro ha dejado su huella y nos devuelve un gesto que no es nuestro.

Una ajenidad en nuestra propia cara.

Pero no es tan simple. Esa otredad tampoco es ama: la fuente de todo cambio donde podamos adorar el inicio del gesto inaugural, el comienzo de la significancia, un tesoro cuidadosamente recortado de pura negatividad.

La cara se ha liberado. Circula y se ríe. Se jacta, se enoja y llora con una facilidad pasmosa, irreverente, fuera de toda consideración de las circunstancias.

Cara déspota.

Comienzo a sentir ya que nunca tuve una cara, que he tratado de ajustarme a ella y nunca lo he logrado, que el sentido mas profundo de mi intimidad se dispersa en una búsqueda de concordancia imposible; que siempre estoy retrasado.

Cara esquiva.

Siempre he querido controlar mi cara, hacer un puente de continuidad entre mis sensaciones y ella. Pegarla con algo indeleble a mis huesos.

Pero es imposible, siento como se despega lentamente en algunos bordes imperceptibles que nunca terminan de sellar. Allí donde dí la cara por primera vez.

Y vuelve a caer; en un último gesto totalmente desubicado.

Por esta razón he decidido cambiar el juego, jugar otro. Ya no tratar de ajustar mi cara a mí, ya no tratar de pedirle a las caras más que su presencia ocasional. Ya no mas principio de coherencia sino circulación.

Libertad absoluta de la cara? No lo creo.

Otro juego.

Dejar viajar la cara. “Una resonancia tenue viajando en el espacio”

Wilhelm Reich daba la cara, con valentía. Pero era astuto, confiaba en él mucho menos que en su cara. Por eso escribió “publicaré esto antes de que yo mismo bajo la presión de las circunstancias sociales..esté dispuesto a pensar diferente”

Un día de un año la policía decidió atrapar a Wilheim Reich. A él y a su cara. Lo encerraron en prisión hasta su muerte, destruyeron todos sus trabajos, todos sus estudios, sus informes, sus experimentos.

Pero no habían contado con algo, su cara estaba liberada hacia mucho tiempo, terrible poder mas allá de las voluntades.

Dicen que se filtró en un gesto de uno de los policías (visión poderosa y sobrecogedora de un hombre sereno); otros dicen que logró verse por una ventana, (paciencia cazadora de un voyeur indiscreto).

Lo importante es que se escapó. Quedó resonando en el espacio.

Un día Alexander Shulgin sintió algo, absolutamente indefinido, pero absolutamente indubitable, estaba ahí. Tuvo miedo.

Recordó a Wilhelm Reich y decidió dar su cara, liberarla de todo acuerdo con la DEA (sus jefes)

Y publicó Phikal

Yluego Tihkal http://www.erowid.org/library/books_online/tihkal/tihkal.shtml


Y los liberó de todo rédito.

No sé si daré algo tan valioso como la teoría del Orgón, o como la psiconáutica maravillosa de Alexander, (aunque uno no puede estar seguro de cuándo la propia máquina paranoica chocará con la de otros) pero lo importante, lo fundamental es el gesto.

Liberar el gesto.

Leibniz escucha el mar (G. Deleuze)

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Escuchamos el mar y oímos el ruido de una ola. Yo oigo el ruido de una ola, entonces yo tengo una apercepción : distingo una ola. Y Leibniz dice : no oirán la ola si ustedes no tienen una pequeña percepción inconsciente del ruido de cada gota de agua que se desliza la una con la otra, y que forman el objeto de las pequeñas percepciones. Está el rumor de todas las gotas de agua, y ustedes tienen su pequeña zona de claridad, ustedes captan clara y distintamente una resultante parcial de este infinito de gotas, de este infinito rumor, y ustedes producen su pequeño mundo interior, sus pequeñas propiedades.



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jueves, 3 de enero de 2008

Psiconautica 1 Marihuana


Experiencia: marihuana.

Tipo: Sativa paraguaya

Cantidad: no mucha

Esta fue mi primera experiencia de marihuana.

No era la primera vez que había fumado, en realidad hacia casi un año que fumaba ocasionalmente. No grandes cantidades, pero suficientes para haber provocado un efecto psicoactivo que nunca se había manifestado.

Tenía 18 años. Estaba en Córdoba (argentina) ciudad donde había llegado para estudiar psicología 3 meses antes.

Había conocido a Fabiana, una chica muy especial que nunca más volví a ver.

Ella era mayor que yo (tenia unos 22 años).

Estábamos en su casa con mas gente, todos mas grandes que yo.

Me sentía un tanto intimidado por los otros compañeros de piso de Fabiana, de los cuales ignoraba que relación tenían con ella. (yo tenia una relación sexo-sentimental y no sabia si alguno de ellos estaban en mi misma situación)

Puede percibirse de entrada que mi estado era un tanto paranoico (en un leve sentido de la palabra)

Estábamos allí. Yo prácticamente mudo, tomando vino tinto (solo un poco) y estos chicos sacaron un gran ladrillo de marihuana, aproximadamente 1 kilo (prensada, como se suele vender en argentina). Ladrillo comprado con dinero de la venta de un estéreo de la madre de uno de estos chicos y que estaba destinado a ser revendido en Chile para obtener unas ganancias.

Esta maría no era especialmente potente (alrededor de un 8 % de thc por lo que luego aprendería); pero en el mercado argentino era una muy buena marihuana.

Nos pusimos a fumar.

Estábamos escuchando The Doors. En la habitación había una luz tenue. Echados en el suelo y sillones, 5 o 6 personas.

Fabiana y sus amigos charlaban, hablaban acerca de la venta de este ladrillo. Yo escuchaba la conversación casi sin participar y me limitaba a acariciar un gato que había allí.

Recuerdo ver una vela, la música, la voz de Jim Morrison (creo que el gato también se llamaba así).

Mi principal interés era Fabiana, tenía ganas de estar a solas con ella, de besarla; pero no tenía muy clara la situación y me limitaba a estar sentado.

No fumé mucho, le habré dado 3 o 4 caladas una vez y luego otras 2 o 3.

Entonces comencé a sentir incrementada mi ya incipiente paranoia sexo-sentimental. No sabía que hacer con Fabiana y sus amigos, me sentía cohibido y muy incómodo.

Realmente no sabía que se trataba del efecto de la maría, mas bien lo percibí como una continuidad de mis persecuciones mentales.

Decidí irme.

Le dije a Fabiana que me iba. Le sorprendió e intentó que me quedara. (En realidad no hacia mucho que había llegado) Le dije alguna excusa. Aceptó y se ofreció a acompañarme a tomar el colectivo.

Fuimos caminando, creo que ella notaba que me pasaba algo, pero no le dije que tenía un colocón tremendo. (Le había dicho que yo fumaba cotidianamente lo cual no era mentira, pero en realidad estaba lejos de conocer un verdadero estado de marihuana)

Vino el colectivo, despedí a Fabiana y me subí. Fue la última vez que la vi.

Allí empezó el viaje.

Primero, estaba absolutamente perdido. No conocía la ciudad en absoluto y el colocón de Thc menos aún.

Estaba sentado en la parte de atrás del autobús. Miraba la ciudad y pensaba que no tenía idea donde estaba, ya no recordaba si había cogido el autobús correcto, ni cual hubiera sido el correcto tampoco.

La sensación física me gustaba. Principalmente en la boca y la cabeza.

Pero estaba preocupado por mi destino.

Pensé en preguntarle al chofer por el lugar a donde me dirigía, pensé en si era capaz de levantarme de asiento, me imaginé haciéndolo y lo que le iba a preguntar para hacerlo correctamente. Cuando terminé de visualizarlo me encontré con la duda de si ya lo había hecho efectivamente.

No podía saber si lo había imaginado o si lo había hecho en realidad.

Trataba de recordarlo y se me venía a la cabeza lo que había imaginado, y otra vez caía en la incertidumbre de si lo había realizado efectivamente.

Aquí me di cuenta que estaba efectivamente colocado de marihuana.

Comencé a percibirme pensando, como un desdoblamiento de la conciencia donde no podía determinar si estaba pensando algo o si estaba percibiendo que lo había pensado.

Este percepción de la percepción, esta meta percepción, se estiraba indefinidamente, retroalimentándose de sí misma; donde mi yo, el lugar de mi conciencia, era un minúsculo elemento multiplicado al infinito como en un juego de espejos enfrentados.

La sensación era globalmente divertida, no sin momentos de vértigo y pérdida, pero interesante.

Así transcurría el viaje, pensando en pensar, dudando de si pensaba o hablaba, de si había consultado al chofer o solo lo había imaginado. Tratando de determinar en qué consistía esa sensación. Divertido, jugando en la metafísica de los espejos.

Luego me di cuenta que estaba llegando a mi destino, el centro de la ciudad.

Mi viaje estaba terminando.

Relajado y feliz descendí del autobús. Había llovido. La ciudad lucía preciosa con reflejos amarillentos de las luces de sodio en las aceras mojadas.

Mi primer viaje había terminado.

Alguien se suicido en la Estacion de Guinardó


Alguien se suicidó en la estación Guinardó

(El 23 de marzo del 2007 a las 17hs)


Alguien salto al vacío

A un espacio imposible

en el medio de la nada

(En un abismo detenido del tiempo)

Alguien se suicidó en la estación de Guinardó

Para mi no era nadie

Para mi era un cuerpo

Carne caliente y roja resaltando,

superpuesta sobre el blanco hierro del vagón

Sangre caliente alimentando las vías

Un muñeco inerte

esperando congelado

en un ultimo gesto artístico de sumisión

alguien se suicidó en la estación Guinardó

quería contar esa historia

de la que no se supo nada

subterránea

(olvidada)

Quería que se sepa,

sucede todos los días

cuando vamos a trabajar, a casa, a pasear

cuando “a causa de razones técnicas”

el metro se demora

Quería decir

que no es tan terrible…

que la gente ha de morir en alguna parte.



Alicia.



No se bien como fue. No lo recuerdo

Solo imágenes poco claras. Se que atravesé planos, dimensiones, estratos perceptivos Yuxtaposición extrema de mundos posibles.

Cómo decirlo… fue como ir sumergiéndome en un espacio de blancura, un espacio blanco de pura profundidad

De todas maneras fue esa increíble travesía por la experiencia lo que me atrapó.

La decisión de lanzarme a la esfera de mi propio limite, el espacio azul del tinte eterno que se desplaza por el viento.

No tengo nada claro, solo una blancura extrema.

Lo importante en este momento es esta sensación abierta, este latido sin centro.

Lo importante consiste en la textura de este pensamiento, sus paisajes, su dibujo de geometría vegetal. El dulce encanto de dejarse mover por sus olas, llevarse por las corrientes cálidas de su presencia. Dejarse seducir por la exploración de esta inmensidad, de esta profundidad extrema.

Lo mas importante es el misterio que atrapan esas suaves ondulaciones de toda consistencia, de las más elementales partículas de nuestras certezas.

Alicia, viaje transdimensional de la sensación.

miércoles, 2 de enero de 2008

El pensamiento del afuera. M Foucault

“Maravillosa simplicidad de la abertura, la atracción no tiene otra cosa que ofrecer mas que el vacío que se abre indefinidamente bajo los pasos de aquel que es atraído, mas que la indiferencia que lo recibe como si él no estuviera allí, más que el mutismo demasiado insistente como para que se le resista, demasiado equivoco como para que se le pueda descifrar y darle una interpretación definitiva.”