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El pequeño Hans tiene una manada de lobos en la cabeza.
Una jauría salvaje.
Aúllan, enseñan los dientes y sus ojos terribles en la oscuridad completa.
Los lobos del pequeño Hans emigran.
Trazan líneas impredecibles por las estepas de su cabeza.
Se ubican en sus lóbulos y planifican detalladamente la próxima cacería.
Se distribuyen de forma errática en su cerebro interno y coordinan movimientos expansivos de multiplicación indefinida.
Los lobos del pequeño Hans se agrupan.
Se excitan con sus alientos cálidos y olores penetrantes.
Los lobos follan. Se trenzan en movimientos orgiásticos de manada indiscernible.
Acaban, explotan y se deshacen en orgasmos eléctricos de vía láctea.
Los lobos del pequeño Hans cazan.
Acechan sus presas en la oscuridad y asesinan.
Desgarran. Hunden, clavan sus colmillos en la carne roja.
Saborean el gusto a eternidad de cada gota de sangre en sus finas lenguas.
El pequeño Hans tiene una manda de lobos en su cabeza.
Su madre lo mira.
Mira sus ojos absortos y le pregunta:
¿Que tiene mi niño en su cabeza?
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lunes, 1 de septiembre de 2008
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