No encontramos, nos vemos lanzados constantemente a la infinitud de un espacio abierto, a la blancura de un sentido colosal, ínfimo, quiero decir… maravillosamente insignificante.
Cómo quisiéramos llenarnos de esta inmensidad; hacer nuestra y atrapar eternamente esa luz en nuestro pecho; no olvidar nunca la singularidad estremecedora de esta percepción y empapar hasta la más minúscula fibra de nuestra intimidad de esta emoción oceánica, de esta preciosura mas allá de todo nombre.
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