miércoles, 12 de marzo de 2008

Algo de Ulises. James Joyce

Feo y fútil: cuello magro y cabello enmarañado, y una mancha de tinta: la baba de un caracol. Si embargo alguna criatura lo había amado, llevándolo en brazos y en el corazón. Si no hubiera sido por ella, la raza del mundo lo hubiera aplastado con el pie: un caracol sin huesos aplastado. Ella había amado la débil sangre aguachenta de este niño, extraída de la suya. Era eso real, pues? Lo único cierto en la vida? El cuerpo postrado de su madre montó a horcajadas el ardiente Columbanus en santo celo. Ella no fué más: el esqueleto tembloroso de una rama quemada por el fuego, un aroma de palo de rosa y de cenizas húmedas. Lo había salvado de ser pisoteado y desapareció, habiendo sido apenas. Una pobre alma que ascendió al cielo: y en el matorral, bajo las estrellas parpadeantes, un zorro, rojo vaho de rapiña en su piel, con claros ojos inclementes, escarbaba la tierra, levantaba la tierra, escuchaba, escarbaba la tierra, levantaba la tierra, escuchaba, escarbaba y escarbaba.

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