viernes, 4 de enero de 2008

Homenaje a Wilhelm Reich o Por qué publicar


A veces damos la cara y es terrible, la cara va y nunca vuelve como era, no sólo ha pasado el tiempo sino que otro ha dejado su huella y nos devuelve un gesto que no es nuestro.

Una ajenidad en nuestra propia cara.

Pero no es tan simple. Esa otredad tampoco es ama: la fuente de todo cambio donde podamos adorar el inicio del gesto inaugural, el comienzo de la significancia, un tesoro cuidadosamente recortado de pura negatividad.

La cara se ha liberado. Circula y se ríe. Se jacta, se enoja y llora con una facilidad pasmosa, irreverente, fuera de toda consideración de las circunstancias.

Cara déspota.

Comienzo a sentir ya que nunca tuve una cara, que he tratado de ajustarme a ella y nunca lo he logrado, que el sentido mas profundo de mi intimidad se dispersa en una búsqueda de concordancia imposible; que siempre estoy retrasado.

Cara esquiva.

Siempre he querido controlar mi cara, hacer un puente de continuidad entre mis sensaciones y ella. Pegarla con algo indeleble a mis huesos.

Pero es imposible, siento como se despega lentamente en algunos bordes imperceptibles que nunca terminan de sellar. Allí donde dí la cara por primera vez.

Y vuelve a caer; en un último gesto totalmente desubicado.

Por esta razón he decidido cambiar el juego, jugar otro. Ya no tratar de ajustar mi cara a mí, ya no tratar de pedirle a las caras más que su presencia ocasional. Ya no mas principio de coherencia sino circulación.

Libertad absoluta de la cara? No lo creo.

Otro juego.

Dejar viajar la cara. “Una resonancia tenue viajando en el espacio”

Wilhelm Reich daba la cara, con valentía. Pero era astuto, confiaba en él mucho menos que en su cara. Por eso escribió “publicaré esto antes de que yo mismo bajo la presión de las circunstancias sociales..esté dispuesto a pensar diferente”

Un día de un año la policía decidió atrapar a Wilheim Reich. A él y a su cara. Lo encerraron en prisión hasta su muerte, destruyeron todos sus trabajos, todos sus estudios, sus informes, sus experimentos.

Pero no habían contado con algo, su cara estaba liberada hacia mucho tiempo, terrible poder mas allá de las voluntades.

Dicen que se filtró en un gesto de uno de los policías (visión poderosa y sobrecogedora de un hombre sereno); otros dicen que logró verse por una ventana, (paciencia cazadora de un voyeur indiscreto).

Lo importante es que se escapó. Quedó resonando en el espacio.

Un día Alexander Shulgin sintió algo, absolutamente indefinido, pero absolutamente indubitable, estaba ahí. Tuvo miedo.

Recordó a Wilhelm Reich y decidió dar su cara, liberarla de todo acuerdo con la DEA (sus jefes)

Y publicó Phikal

Yluego Tihkal http://www.erowid.org/library/books_online/tihkal/tihkal.shtml


Y los liberó de todo rédito.

No sé si daré algo tan valioso como la teoría del Orgón, o como la psiconáutica maravillosa de Alexander, (aunque uno no puede estar seguro de cuándo la propia máquina paranoica chocará con la de otros) pero lo importante, lo fundamental es el gesto.

Liberar el gesto.

No hay comentarios: