viernes, 26 de diciembre de 2008

Entre-dos.

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Ayer me suicidé.
Fue uno de estos momentos de nada. Estos lapsos entre dos objetivos. Esos lapsos entre-dos en que nos damos cuenta que la vida carece de sentido o, lo que es mucho peor, que detrás de ese sentido que día a día nos esforzamos en construir y mantener, no hay nada.
Momento en que nuestros más anhelados fines se revelan como meras distracciones. Tan iguales unas a otras... tan equivalentes todos ellas a la nada...
Fue en uno de estos momentos que me suicidé. Y no elegí particularmente un lugar ni una forma especial. Fue sólo dejarse caer. Ni siquiera una elección, sólo un dejar ser lo inevitable, dejar de retrasar la muerte.
Ahora, desde este lugar que no puedo confiarles porque no podrían (ni deberían) comprender, me pregunto seriamente cómo es que no todos se dejan caer al vacío, cómo el primer acto inaugural de la conciencia no es el suicidio. ¿Acaso es la necedad de pensarse inmortales?, ¿acaso es la última esperanza de ser los únicos sobrevivientes a la vida?
No, en el fondo todos lo saben, todos lo sabemos. Es simplemente un movimiento que comenzó hace mucho tiempo, una cadena casi infinita de movimientos que tememos profundamente detener porque, (con toda razón) no sentimos nuestra.
Y fue eso lo que me motivo mayormente a suicidarme, el deseo de hacer mío, por vez primera, algo de lo que toda mi vida había sentido temor. Algo con lo cual sólo negándome a ser yo podía entrar en contacto.

Algo para lo cual debía colocarme sutilmente aquí.

En un entre-dos.





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1 comentario:

azultea dijo...

que bien encontrarte por aquí doc...