miércoles, 27 de agosto de 2008

La eternidad de este instante



Vuelvo sobre una idea. Sobre un concepto que me apasiona y me seduce: la eternidad de este instante.

Los mayas decían “el tiempo es arte”. ¿Qué implicaciones tiene esa afirmación? ¿Esa actitud? Que el tiempo es un objeto de contemplación y belleza; pero también, y sobre todo, que el tiempo es el resultado de una actividad, un objeto de creación.

El tiempo es un resultado de una actividad sobre nuestra sensibilidad Sensibilidad en la medida en que consiste en una percepción de los movimientos y, por otra parte, actividad en la medida en que es un resultado de nuestra imaginación: una segmentación del caos que permite efectuar atribuciones de cambios y constancias.

Una dirección del arte sobre el tiempo es la expansión de esa sensibilidad. La aceleración de nuestras percepciones. La descomposición infinita de los núcleos de la percepción en componentes inagotables. Pero este movimiento no sólo marca un cambio de velocidad sino que nos permite visualizar un absoluto de discontinuidad e inconmensurabilidad temporal que se estira indefinidamente. Y si algo necesita una atribución de tiempo es la posibilidad de efectuar medidas: segmentos comparables. El cambio de perspectiva, entonces, nos lanza a algo más que una nueva perspectiva: nos lanza a un flujo donde el tiempo no existe porque no hay con qué medirlo.

El Nierika era esta puerta. Entrada a un lugar no espacial, un no-tiempo donde todo existe simultáneamente.


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Me paro sobre un punto infinitamente divisible que no es nada mas que mi propia certeza, mi propia consistencia como ser pensante.

Aquí, allí; ubicado sobre este escenario de la mente, veo como toda percepción esta compuesta, no hay núcleo, no hay lumen ni átomo y la única forma de hacer medida es petrificarme sobre una emoción, sobre otra idea que en este momento me es extraña.

Este instante florece y se expande. Me arrastra, tiene un efecto sobre mí: me descompone y multiplica tanto como lo veo fragmentarse.

Las velocidades se deshacen: ¿se aceleran? ¿enlentecen? ¿Cómo medir cuando ya no hay regla? ¿Cuando la norma es lo que se escapa y todo atributo se deshace en un devenir inasignable?

La eternidad de este instante es un hueco en toda consistencia. Una trans-dimensión de toda asignatura, de toda atribución de continuidad. La eternidad de este instante abre un acontecimiento que tiende un puente al infinito. Sensación de perspectiva que no se detiene, que atraviesa bloques de velocidades que coexisten. La eternidad de este instante traza un tiempo de pura sensación, un tiempo absolutamente relativo que absorbe todo movimiento.

La eternidad de este instante es infinita. Un suceso sin comienzo que hunde (y pierde) su principio en un indefinible. No hay historia en la eternidad de este instante, no más que como vanos intentos de detener el movimiento. De petrificar la percepción. De hacerla representación y reintegrarlo todo a mi persona.

Y aquí, allí ya no estoy más que como un diminuto componente de la inmensidad: otro universo de sensación que espera en la eternidad de su propio instante.



1 comentario:

isma_mushotoku dijo...

Me hiciste acordar a Henri Bergson. Tiene una teoria del tiempo digna de un psiconauta, similar en muchos aspectos a lo que escribiste.

En los budistas también habian debates en torno al tiempo. En las escuelas antiguas los Sautantrikas creian en un presente indivisible.

El cuelgue místico siempre es así, medio desconstructivo, y desindividualizante. Dionysos jugando con nuestro precario conocimiento.

Saludos, colega psiconauta