domingo, 29 de enero de 2012

Un sol diminuto

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Imaginemos un sol; un sol del tamaño de un grano de arena.
Sostenemos ese sol sobre la punta de nuestro dedo índice. Realmente es difícil determinar su tamaño. Si intentamos tomarlo con los dedos pulgar e índice no podemos sentir más que su calor. Su brillo transparenta nuestros dedos. Si lo encerramos en nuestras palmas podemos ver nuestras venas y la opaca solidez de nuestros huesos.
Por supuesto que un sol de ese tamaño es maravilloso; no es necesario que tenga el tamaño de nuestro sol para serlo. Incluso es mas fácil maravillarse con él, que puede descansar en la superficie de nuestro dedo, que puede transparentar nuestras manos; que con aquél, al que ni siquiera podemos mirar de tan lejos. Solo hace falta imaginarlo.



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